lunes, 16 de enero de 2012

Hacia un concepto



   Antes de abordar los diversos tópicos filosóficos o incluso el sentido mismo de la Filosofía, es preciso que nos detengamos un poco en el concepto. Quizás el problema más severo al momento de trazarnos una conceptualización de la Filosofía no venga dado tanto por la multiplicidad de enfoques y corrientes de pensamiento, sino por la misma dinámica histórica de la Filosofía, que emerge como un saber enciclopédico, cuyas fronteras son muy difíciles de precisar, incluso hoy, pese al avance exponencial de  la especialización  en  el universo de  las ciencias.
   Tomando en cuenta que la reflexión filosófica viene condicionada histórica y socialmente, ya sea por las diversas tradiciones culturales, corrientes de  interés, dinámicas políticas, etc.; es sumamente complicado pretender ofrecer un concepto unívoco de Filosofía, a  menos que lo eleváramos a  nivel de categoría metafísica. Frente a un panorama tan complejo, ¿qué opción nos queda?, ¿cómo sintetizar centurias de Filosofía en unas cuantas palabras?.... Es muy  probable que ensayar un concepto  acabado de Filosofía constituya una subversión  del carácter dialéctico del mismo, siempre susceptible de reconfiguración y examen, de cara a las nuevas realidades. Un ejercicio que sí me parece más mesurado consiste en identificar las estructuras epistemológicas básicas sobre las cuales ha descansado la reflexión filosófica en su largo discurrir. Un ejercicio  de esta índole me induce a plantear una primera premisa: la base de la discusión no debería estar jalonada fundamentalmente por una cuestión de "contenidos", sino de perspectiva de análisis. Si bien es cierto la Filosofía se ha caracterizado por comprender  un conjunto de temas o contenidos "que le son propios", eso no debe significar, en modo alguno, que sean los únicos que le conciernen, ni mucho menos que le sean enteramente exclusivos.
  Por ejemplo, para una Filosofía incipiente, difícilmente la internet o el genoma humano podrían haberse considerado como materia filosófica, puesto que en el espectro cultural de los antiguos o de  los medievales  nada de esto "constituía una realidad"; sin embargo, para el mundo contemporáneo tales asuntos son, tal vez, más importantes que interrogarnos sobre cuántos ángeles caben en la cabeza de un alfiler. (Ojo, esto sin ánimo de subestimar los grandes avances que trajo consigo la tradición medieval).
  Si nos fijamos en las perspectivas de análisis de gran parte de los/las filósofos/as , nos percataremos  de  que en su pensamiento subyacen, por lo menos, dos componentes fundamentales, independientemente de cuál sea su tendencia de pensamiento:
     - Orientación fundamentalista
     - Orientación sintética
     - Orientación argumentativa
     Cuando hablamos de "orientación fundamentalista", no referimos al esfuerzo de las tradición filosófica por explorar sus "objetos" de estudio en términos de  sus propiedades  más propias, que le otorgan su estructura y carácter específicos, por encima de  aquellos elementos que les pueden ser meramente accesorios o episódicos.
  Esta propensión filosófica  podría enmarcarse en la clásica pregunta ontológico-metafísica por el "Ser"; es decir, lo que constituye "todo" lo que existe, el fundamento de la "realidad". Con todo, estimo que la orientación indicada por nosotros es menos restringida, puesto que muchos podrían reconocer la inclinación de la Filosofía por el análisis fundamentalista, como yo lo he definido, sin que ello implique reconocer la validez de interrogaciones "metafísicas" en el sentido de los presocráticos o el  aristotélico, por ejemplo. Alguien muy bien podría comulgar con una "ontología" de la técnica, sin por ello ser etiquetado de esencialista o "metafísico".
   Ahora bien, una persona inteligente podría cuestionarse: ¿Qué valor tiene andar por el mundo preguntándose qué son las cosas o cuál es su fundamento? ¡Qué más da! ¿No sería mejor actuar, vivir ya sacarle provecho a todo, sea lo que sea o como sea? En fin, ser una persona "práctica" y punto. En torno a una duda de esta índole, yo respondería que quizás sí, si el caso fuera posible; mas  nuestra estructura lógico-psicológica está conformada de tal modo que resiste tal caricatura del homo sapiens sapiens. Lo cierto es que nuestras configuraciones mentales están mediadas lingüística y conceptualmente y se nos impone siempre la necesidad de forjar miríadas de conceptos que nos sirvan como brújulas en un caótico universo de sensaciones. Es más, incluso la acción y práctica del ser humano más simple y primitivo sigue este patrón, aunque carezca de la sofisticación de un sabio. ¿Acaso su concepción de la muerte, del mal, de Dios o del destino, del sentido de la vida  no viene  marcada por los entramados conceptuales que su experiencia le ha permitido trazar?; en fin, el hecho de que integre tales conceptos a su haber cognoscitivo como un saber tácito en nada desdice de la sustancia filosófica de los mismos.
  Preguntas típicas que podrían emerger aquí, aunque no siempre con esperanza de respuestas o, por lo menos, respuestas "acabadas", podrían ser acerca de:
   -¿Cuál es la constitución fundamental o esencial de x ente, cuáles son sus "componentes?
   -¿Tiene algún sentido la existencia  o acaso se lo asignamos nosotros? (En materia de "sentido" de la vida, probablemente la pregunta más peliaguda nos fue dada por Heidegger, con su "¿por qué ser y no nada?")
     -¿Cómo se imbrica y reconfigura en un marco existencial  más amplio?
  Podríamos cuestionar sosteniendo ¿qué gracia tiene trazarnos interrogantes sobre las cuales quizá nunca tengamos respuestas, p. ej. ¿Qué sentido tiene nacer, llegar a tu plenitud, establecer lazos de amor y afecto, para luego morir?. Ante lo anterior, podríamos responder, ¿qué sentido tendría la vida del ser humano sin preguntas ni problemas?, ¿Cómo podríamos escapar a la intoxicación de una masa gris ociosa?. O, yendo más lejos con el cuestionamiento original, podríamos replicar: ¿Qué nos hace pensar que nuestra ideas de muerte y vida sean definitivas y no ameriten una revisión a la luz de futuros avances?,¿Acaso ambas tengan algún sentido en sí mismas; no será el puro azar el que se impone?, ¿qué nos hace pensar que la muerte, tal como la entendemos hoy (biológicamente hablando), siempre será un "destino" ineludible?...

    -Orientación sintética: Otra característica de la tradición filosófica, muy cercana a la anterior,  es su pasión por el enfoque sintético: por un lado, la interrogación en torno al  fundamento de los entes  y, por otro, el establecimiento de nexos y conexiones, que nos permitan ofrecer una visión de conjunto.
 En este punto, una duda fundamental que pudiera suscitarse es ¿qué valor tiene, en un mundo cada día más especializado, elaborar síntesis?. Esto podría llevar la discusión más lejos y sobrepasar el propósito introductorio de este texto, pero se me ocurre que la respuesta más simple vendría siendo algo como: el valor de tener la perspectiva del bosque, para no limitarse al árbol.
  Respecto a esta pretensión  filosófica podría criticarse, igualmente, que, por un lado, con la síntesis se podría perder profundidad en torno a los puntos específicos y, por otro, que las nuevas  tendencias   interdisciplinarias y  transdisciplinarias  de la Ciencia  ya hacen  obsoleta a la Filosofía.
  Por lo que a la profundidad se refiere, el enfoque sintético, compañero de todo saber, no pretende reemplazar el análisis particular, sino, todo lo contrario, enriquecerlo y complementarlo, como un mapamundi amplía la visión de  un marinero que se dirige a un lugar específico. De hecho,  nuestro "universo" material y simbólico no parece operar como los  compartimientos estancos. (Por lo menos, no la mayoría de las veces).
  En cuanto a la  interdisciplinariedad y la transdisciplinariedad de las ciencias contemporáneas, sería dable reconocer la obsolescencia de la Filosofía  si la fortaleza lógica, epistémica y conceptual de tales perspectivas no fuera deudora  del utillaje analítico de la Filosofía. Eso sin mencionar que la tradición filosófica, avezada en cuestionamientos "fundamentales",  aborda temas centrales de las ciencias particulares , que estas , aun en conjunto, examinarían sólo de una manera muy superficial, a menos que dispusieran del arsenal inquisitivo y metodológico del vasto saber filosófico.

   - Orientación argumentativa:
  Otro de los pilares del quehacer filosófico es su insistencia en la fundamentación reflexiva de sus planteamientos, siendo el análisis racional el recuso por excelencia al  momento de sacar conclusiones.
Esta característica, una de las más reconocidas, es, también, la que más objeciones podría atraer. Aquí, brevemente,  examinaremos algunas:
La primera, la orientación argumentativa no es una característica que sea exclusiva de la Filosofía, puesto que toda producción académica debe partir de esa premisa. Esto es muy cierto, pero debemos notar que  la argumentación y fundamentación racional  es el método por excelencia, principalmente, para la Filosofía, puesto que la amplia naturaleza de su esfera  óntica  así lo precisa. ¿De qué le valdría a un físico o químico una maravillosa destreza retórica o argumentativa, incluso, si no pasara la piedra de toque de la "experimentación" como la entiende el método  cietnífico. El /la filósfo/a, gracias a su sutil metodología podría aventurar conclusiones que sobrepasan el ámbito "experimental" del científico, sin por eso dejar de llegar a conclusiones profundas. Típicos problemas podrían ser: Dios, el destino, entre otros. Claro que la Ciencia también podría ensayar ejercicios de esta índole, pero tendría que lograr una alianza muy compleja  con la  metodología filosófica, para conservar su carácter "científico"  y no morir en el intento
  Ahora, si tomamos como base la dimensión racional y argumentativa, la Filosofía pareciera olernos a Matemática: No nos cabe duda de que así es; la diferencia fundamental es que el ámbito reflexivo de la Filosofía sobrepasa con creces los propósitos de la Matemática.
  Un segundo  ataque que podría sufrir la idea de esta  última  orientación como característica del quehacer filosófico  es que, en la historia de la Filosofía, se han dado muchos casos de pensadores cuyo pensamiento dista mucho de lo que podría llamarse una visión racional del mundo. Naturalmente que eso es cierto, muchos apelaron a la intuición y fueron arrastrados por arranques emotivos cuasi poéticos, como Nietzsche, Schopenhauer, Bergson y tantos otros; sin embargo, en todos, el aguijón  argumentativo, el esfuerzo por ofrecer fundamentos no dictados por la autoridad o el dogma, sino por la reflexión exhaustiva, primó. Un estilo frío y seco no implica, necesariamente, más profundidad racional y reflexiva que un estilo más literario o poético: ¿Es decir, qué Filosofía y Literatura son actividades intercambiables? Esta discusión ameritaría un tratado por sí sola; pero, para efecto de nuestro ensayito, bástenos decir que , grosso modo, sí comparten muchos elementos en común; pero el principal punto de diferenciación consiste en que la retórica literaria, comúnmente, busca creaciones metafóricas sin más afán que transmitir un sentido o un mensajes; en tanto en  que la retórica filosófica prima la pretensión de verdad y no sólo la expresión metafórica.
  Finalmente, otra temática de controversia podría ser el carácter poco consensuado de la producción racional filosófica. De hecho, hacer de la la "razón" una hipóstasis o de lo racional como un bloque monolítico es lo más alejado que pueda haber de la tradición filosófica. En esta, parecieran existir  trincheras por todos lados: es un mar de contradicción, que carece de los altos niveles de consenso logrados en la Ciencia.
  Dejando de lado el hecho de que hay muchísimos temas de disenso en el mundo científico, podríamos replicar que la Filosofía, sí ha logrado  altos niveles de consenso en lo que concierne al reconocimiento, por parte de la comunidad académica, de la importancia de integrar presupuestos filosóficos (lógicos, epistemológicos, éticos, estéticos, ontológicos) al momento de profundizar el análisis del conocimiento. Cuáles serían esos presupuestos específicos es arena de otro costal, pero  aceptar  valor del examen filosófico en estos menesteres es algo que ningún académico serio pondría en cuestión.
   Por otro lado, podríamos preguntarnos, ¿qué es lo que alimenta el pensamiento crítico: las "verdades" recibidas o los acicates para seguir pensando y cuestionando más? Sobre este particular, aunque lo más probable es que pocos/as  estarán dispuestos/as  a  asumir el reto, coincido con García Morente cuando señalaba, en sus Lecciones Preliminares, que la Filosofía es, ante todo, una experiencia  personal...

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