martes, 9 de septiembre de 2014

“Muera creyendo o no creyendo… el final es el mismo”

                              Por María Linero, XII L, Curso de Filosofía
 
     Una vez un hombre muy sabio dijo: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir.” Desde entonces se difuminó una empalagadora leyenda urbana: apoyándose en las palabras que utilizó este reconocido científico, los religiosos encabezaron una grandiosa cruzada  de conversión en el pueblo; claro, él logró aclarar el porqué de sus palabras y su verdadera creencia, pero ya la semilla había quedado implantada y comenzaría a dar frutos amargos…
   La existencia de Dios siempre ha sido un tema filosófico-científico-ético a discutir, ¿de qué raíz podemos partir entonces? De la raíz de la razón. Antes de comenzar cualquier debate, hay que dejar en claro y bien dicho que ni una cosa ni la otra son cien por ciento certeras, ni una cosa ni la otra están probadas irrefutablemente y ni una cosa ni la otra, son la verdad absoluta. Tanto en la teoría ateísta como en la teísta, hay vacíos, y ambos tienen igual derecho a sustentar con buenos argumentos su creencia. Claro, la teoría ateísta parece tener mayor respaldo gracias a la ciencia, pero aquí precisamente la teísta también cobra ventaja; se apoya de todo aquello que la ciencia no alcanza a probar o conocer.
   Dicho esto, proseguiremos a seguir atando todo cabo que pueda hacer perder el hilado cuidadosamente elaborado. Analicemos ahora la frase recitada como abrebocas de esta redacción: “El hombre encuentra a Dios detrás de cada puerta que la ciencia logra abrir.” Aclaremos también entonces, por si quedaba alguna duda, que este sabio científico referido, es Albert Einstein.
     Esta frase (de carácter panteísta), no hace más que sostener el razonamiento que hemos expresado, de que (y cito), la teoría ateísta parece tener mayor respaldo gracias a la ciencia, pero aquí precisamente la teísta también cobra ventaja; se apoya de todo aquello que la ciencia no alcanza a probar o conocer.
       Einstein simplemente creía en que la genialidad de la ciencia era eterna, y el “Dios” utilizado en su frase, es una figura que representa lo desconocido.
      La razón principal de la duda de la religión de este hombre, nace por el juego de palabras constante que él cometía (el sarcasmo es trago dulce a los sabios, pero amargo a los ignorantes). ¿Creía o no en Dios Einstein? La respuesta es un simple sí, pero no el mismo Dios que se debate hoy en día. Albert, abiertamente expresó, tácita y también claramente, que él creía en un ser superior; un ser al que le atribuyó la complejidad de este vasto universo, un ser con un conocimiento mucho más alto al humano, un ser que era manifiesto en cada detalle, aun el más simple de la vida. Por su continua respuesta, se le ha atribuido a Einstein el titulo de panteísta, el más cercano a la “religión” que él hubiera seguido.
    Y hablando del sarcasmo que tanto disfrutaba Einstein, presentamos un párrafo, razón de confusión de muchos ateos, en el que él dice lo siguiente:
(Enviada a Guy H. Raner Jr, el 2 de julio de 1945, en respuesta a un rumor de que un sacerdote jesuita lo había convertido desde el ateísmo).
“He recibido su carta del 10 de junio. Nunca he hablado con un sacerdote jesuita en mi vida y estoy asombrado por la audacia de tales mentiras sobre mí. Desde el punto de vista de un sacerdote jesuita, soy, por supuesto, y he sido siempre un ateo.”
     En estas breves palabras Einstein desafía directamente la creencia jesuita y reta la ateísta. No, esta declaración no lo convierte en ateo y para saber esto solo hay que analizar dos puntos clave:
 1. Nótese el “desde el punto de vista de un sacerdote jesuita”, Einstein es específico al referirse como ateo solo ante este sacerdote, probablemente por la incapacidad de este, de haber comprendido la verdadera religión de Einstein.
 2. El juego de palabras en “soy, por supuesto, y he sido siempre”. De tomarse literal esta afirmación, entonces se desvalorizarían las mil afirmaciones anteriores de Einstein que explicaban su religión “panteísta” (que tanto le costó poder explicar). Aquí el simplemente burla sarcásticamente la proposición anterior al juego de palabras: “desde el punto de vista de un sacerdote jesuita”.
   Teniendo claro entonces el razonamiento de Einstein, podemos proseguir en el debate de la divinidad existente (o no) en el mundo. Muchas personas establecen a Dios como un invento del hombre, necesario para dar explicación a las dudas que teme jamás poder resolver. También como una excusa para cometer atrocidades. Sea cual sea la postura, todas concuerdan en una misma cosa: “la mente humana fue la que  creó a Dios”.     
    Además de las dudas ya existentes entre el creer en Dios o no, los teístas se encargaron de dificultar y cuestionar aún más este debate con las religiones. Hay que tener en claro que “religión” y “Dios” no es lo mismo, aunque los ateos prefieran encasillar ambas cosas en un mismo cuadro, existe una fina diferencia. “Dios” sería este ser divino al que se le atribuyen grandes cosas, mientras que la religión constituiría el sistema, mediante el que seres humanos aprenden y conocen de este Dios.
    Los ateos se respaldan solo en la ciencia, pero los religiosos tienen mil debates aún entre ellos mismos. Esta es otra razón por la que el ateo parece tener siempre la ventaja. Mientras los teístas discuten entre qué dios es mejor o cuál es el verdadero, los ateos se apoyan en la ciencia y se acercan más a encontrar los misterios de este universo.
    Tomemos como ejemplo la religión india y la islámica. La primera, consta con cientos de dioses, a los  que se les debe dar tributo, mientras la segunda es radical y extremista, y defiende aun a muerte la divinidad de su Dios.
      Dios podría ser tomado en serio, pero las religiones empañan esta imagen, por eso hemos tomado el trabajo de enlistar las principales razones por las que a Dios se le considera una fábula:
1.    Las religiones deberían ser aquel puente que acerca al ser humano a Dios y por lo tanto a su condición espiritual recta. Sin embargo, las guerras más brutales y crueles de la historia, han sido a raíz de estas.
2.    ¿Cómo pueden existir religiones extremistas y capaces de hacer un mal tan grave, creyendo en un Dios que se proclama a sí mismo como un “Dios de amor y misericordia”?
3.    Si Dios es real y es como la biblia dice, ¿por qué no se ha revelado y ha hecho a todos creer en Él finalmente?
     En sí, llegar al fondo de la cuestión y probar (o no) la existencia de Dios, es un tema infinito y extenuante. Así que limitémonos a argumentar solamente nuestra postura frente a esto, ¿que sí creo en Dios? Sí. ¿Que por qué creo? Porque sí. Si en toda la existencia humana (que ha llevado siglos y siglos) jamás nadie ha podido establecer una verdad absoluta acerca de esto, por qué tratar nosotros de ser radicales. La ciencia es algo hermoso, pero Dios también lo es.
Los ateos (y quizás también otras denominaciones) ven a los creyentes como seres tontos, incapaces de pensar por sí mismos y con la necesidad de crear un algo para encontrar sentido a su patética vida. A estas declaraciones respondo lo siguiente: aceptando su teoría de la inexistencia de algún ser superior, digo entonces que los creyentes no serían para nada seres ignorantes o tontos, sino , al contrario inteligentes, pues tienen la increíble capacidad de crear historias fascinantes y buscarle su lugar en la historia; además de controlar a miles de masas y hacerles creer que reciben revelaciones divinas (cosas que solo alguien muy astuto podría hacer) y no olvidaré mencionar, que con una gran imaginación han podido idealizar todo un mundo perfecto y uno imperfecto (ambos sempiternos) y, al fin y al cabo,¿ no dijo una figura que tanto ustedes veneran y usan para apoyar sus ideales, que: “en las tinieblas la imaginación trabaja más activamente que en plena luz” (Immanuel Kant)?
Agregaré a esta opinión personal una reflexión hecha ya hace un largo tiempo:
He notado que la base de muchos ateos es criticar a Dios y, algunos, a los que creemos en Él, ya que según ellos Dios es sinónimo de vivir gobernados por un ser "inexistente", y es una excusa para no creer en la muerte definitiva. También sostienen el que creer en Dios es renunciar a un pensamiento "libre" y al amor propio, que quienes creemos en Él no tenemos la capacidad de aceptar la ciencia y no podemos tener una mente abierta... Pienso que esto es un VIL engaño, y de no ser por mi capacidad de comprensión y tolerancia (que según los ateos no tenemos) me sentiría ofendida, en cambio no es así, ya que estoy segura de lo que creo y el por qué lo hago. Cree tu lo que quieras, sólo hay una verdad, pero a ciencia cierta NADIE la conoce ya que cada quien por sus creencias tendrá su propia verdad. Pero mi verdad, y la de MILLONES de personas es ésta: Dios es el camino, la verdad y la VIDA. Y creo en él con mi corazón y mi MENTE, el ser cristiana no me hace ser de mente cerrada, sino todo lo contrario, me enseña a respetar y aceptar las opiniones de los demás, y defender las mías con SABIDURÍA... Creo en Dios, y en la ciencia también. ¿Que si vivimos gobernados? Obedecer la ley de Dios es una DECISIÓN que debe ser tomada voluntariamente, TODOS los seres humanos somos gobernados, por más anarquismo que profesen, están regidos por las reglas de la sociedad, el relacionarse, trabajar para vivir, tener que sujetarse a la autoridad... nadie se libra del ser “gobernado”, y un cristiano verdadero ve el mandato de Dios no como obligación, sino como la mejor opción porque Él nos AMA y siempre sabrá que es lo mejor para nosotros…
Cada quien piense lo que quiera, si eres Ateo, Agnóstico, Deísta, Panteísta, Cristiano, Mormón, es TU decisión en qué o quién creerás, pero todos tenemos derecho a decidir nuestro camino y el DEBER de respetar el de los demás. Así que amigo Ateo, pido respeto como yo me esfuerzo en dar respeto… Y abre MÁS tu mente para comprender que no todos podemos pensar lo mismo, cada mente es un mundo y la tuya es sólo un mundo más”.
     ¿Y qué pasaría si al final del camino te das cuenta de que Dios no es real? Esta pregunta ni siquiera tiene sentido, ya que los ateos sostienen que no hay una vida después de la muerte. Si entonces, Dios no existiera, sin embargo muero creyendo en que sí, ninguna diferencia hace, en mi lecho estaré ya tranquila con una alma en paz y jamás sabré que aquello en lo que creí fue una mentira.
   Como creyente, apoyo muchas opiniones ateístas, como las referidas a la religión, ya que, tristemente, en vez de unirnos, nos separan y me siento gravemente decepcionada de en lo que ha resultado ser la religión: un negocio. Creo en un Dios creador del universo, un Dios que jamás podremos comprender, un Dios que empuja la mente humana a límites que creyó y no podría cruzar, pero no creo en ninguna religión, porque todas son solo doctrinas humanas disfrazadas de divinas. Creo en mi propia doctrina, por mi propia vivencia y a ningún sistema le permito enseñorearse de mi manera de pensar y ver el mundo.
Y termino mi opinión personal señalando esto: Crea o no el mundo en Dios (con todo lo que Él incluye), sigue siendo dividido en antes de Cristo y después de Cristo. ¿Dios no existe? Entonces Cristo tampoco existe y tu división del mundo en dos  es una falacia. Exista o no Dios, le da un sabor diferente a la vida, da un constante tema de qué hablar y es un constante estimulante del pensamiento.
Finalmente, conviene tener presente siempre que toda prueba (o no) de una divinidad apela a nuestra inteligencia o razón. Una dimensión fundamental del hombre es la dimensión cognoscitiva (en la que se sitúa el conocimiento intelectual), pero el hombre también posee una dimensión tendencial (que incluye la facultad de la voluntad) y una dimensión afectiva (constituida por los sentimientos y emociones). Los argumentos racionales o demostraciones acerca de la existencia de Dios pueden convencer a nuestra razón pero, por sí mismos, no mueven necesariamente nuestra voluntad. La aceptación o rechazo de Dios es, propiamente, un acto de la voluntad que puede estar o no influenciada por la afectividad. En definitiva, no es sólo la razón, sino la persona, toda la persona, quien acepta o rechaza la existencia de Dios.

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