sábado, 24 de marzo de 2012

EXPLORACIONES FOUCULTIANAS A PARTIR DE LA IDEA DE REFLEXIVIDAD



   El propósito central de este ejercicio teórico es conectar las reflexiones sobre la reflexividad de Lamo Espinosa con el nivel de comprensión de las prácticas políticas y de conocimiento que elabora Foucault [1]

 Michael Foucault, pese a su renuencia al enfoque sistematizante,  ofrece una serie de  reflexiones sumamente sugestivas, de cara a la configuración de un programa teórico  de nivel meso o macro, con perspectiva política. Esto, sobre todo, en sus disquisiciones vinculadas a la idea de redes, discurso, verdad y poder.   

       Con todo y eso, la idea del sujeto propiamente dicho (en Microfísica del poder) es sutilmente eludida y en este punto se  hace pertinente introducir la idea de reflexividad. En ese sentido, estimamos que la conexión de Foucault con el pensamiento de   Lamo Espinosa  sería muy productiva.

I . EN TORNO A LA IDEA DE REFLEXIVIDAD:

    Una de los propósitos básicos que se propone   Lamo Espinosa es reivindicar  la idea de reflexividad  no sólo  como  una “herramienta” central que favorezca el dominio de los expertos o tecnólogos sociales, sino, sobre todo,  el  autoconocimiento y la autoconciencia de los diversos espectros que constituyen el tejido social.[2]

    Antes de entrar en las críticas que Lamo Espinosa lanza sobre el modelo por el llamado de la “tecnología social”,  procuremos explorar la idea de reflexividad  que tiene nuestro autor:   En principio, podemos decir que  el mismo entiende la reflexividad como aquella capacidad que tiene los sujetos de regular sus acciones en función al conocimiento que poseen de la situación.

        Fuertemente influido por la tradición anglosajona de Merton, Nagel , Herbert Simon, entre otros, Lamo Espinosa desarrollará esta  noción de reflexividad trayendo a colación el tema  concreto de las predicciones. Así las cosas, podemos plantear que existe reflexividad cuando una información es relevante para determinado(s) sujeto(s). Y por relevante se entiende, en este punto, que las conductas de esos sujetos sean reguladas por un conocimiento de las situaciones que se predicen; en otras palabras, el nivel de conciencia o no que tengan los sujetos es lo que establecerá si estamos frente a un caso de reflexividad o no. En este sentido, sostiene el autor: 

            “Llegamos así  a la conclusión siguiente: si la predicción se
             formula es porque  es relevante para alguien y  ese alguien
             alterará su conducta en función de la predicción , de modo
            que la reflexividad queda garantizada bien por el lado del
            actor, bien por la vía indirecta del sujeto   predictor”[3]
        
   En este contexto, es fundamental plantear una distinción que nos sugiere el autor. Para él, podríamos hablar de dos tipos básicos de reflexividad:

    -Reflexividad inmediata: Cuando la sociedad es autoconsciente de la información y, por lo tanto, actúa en virtud de la misma.
   -Reflexividad alienada: Se da cuando la sociedad es ajena a la información, ya que esta es controlada o conocida sólo por los predictores.

      Ahora bien, planteado todo lo anterior, hay que tener mucha cautela de no  extraer como consecuencia de ello  que la idea respecto a la reflexividad en Lamo Espinosa  se agota en modelos  predictivos, toda vez que él mismo  sostiene que, el hecho que se haya circunscrito a este campo, no sugiere  ese sea el único campo donde plantear la reflexividad sea relevante.  Y es que, según  Lamo Espinosa, “la reflexividad   permea la estructura total de la ciencia social” [4]


    En principio, mediante la  reflexividad  se buscaría:

     - Garantizar la transparencia colectiva
-Eliminar toda la opacidad social
                                               - Diluir el creciente extrañamiento y la “ajenidad”  del ciudadano.

      Con todo, este ideario no deja de ser matizado por el propio Lamo Espinosa, sobre todo en el punto referente a la idea de transparencia. Indicará, en su momento:  

            “Y en este sentido quiero defender es la idea de que la
           transparencia es sólo un proyecto que será necesario
           renovar siempre sin consumarlo nunca”. [5]

     Y es que para Lamo Espinosa sólo una “Ciencia Natural Universal”, junto con el control absoluto del “Medio” podrían impulsar la autotransparencia total y esto constituye para Lamos Espinosa el “Mito de la Transparencia”, por su configuración irrealizable. Más adelante, sostendrá que la sociedad no es ni la presencia de una Facticidad Absoluta,  ni la presencia de la Redención Universal: en su lugar, concibe una sociedad reflexiva sumida en un “juego de autodescubrimiento, que constantemente genera consecuencias no intencionadas y, por lo tanto, nueva facticidad que más tarde deberá ser de nuevo recobrada” [6].

II. REFLEXIVIDAD Y ACCIÓN:

    Como ya tuvimos oportunidad de ver, someramente,  con la reflexividad alienada de la ingeniería social se produce un  produce un “extrañamiento” del científico con respecto a la comunidad que estudia, para garantizar su propia cientificidad.  Sin embargo, lo que realmente le interesa al autor es plantear una visión de reflexividad que rompa con este modelo, que muy bien podríamos llamar antidemocrático. Ahora bien, “romper” con este modelo supone una agilización por parte de la sociedad, una acción emancipadora  en donde los propios actores  reconocen y descubren pautas de conducta colectiva.
      Ahora bien, lo que viene en cuestión aquí es cómo modela Lamo Espinosa la acción en esta discusión. Respecto a este particular, reconstruyendo el pensamiento de Lamo Espinosa, nos percatamos de que se presenta la orientación racional de la acción  reflejada en dos dimensiones básicas: 


§  Como actitud  psicológica interiorizada; o bien
                                 §  Como institucionalizada en numerosos organismos de toda índole [7]

       Así, pues, nuestras acciones tendrán, al menos dos sentidos básicos: Uno subjetivo, que es el que le otorga el autor o los autores.  Y, por otro lado, el objetivo, que se manifiesta en el momento que el autor comienza a analizar la  misma acción dentro del contexto de relaciones en las que se desarrolla. Así las cosas, las acciones de los/las otros/as también contribuyen otorgar sentido  a la mía. [8].
         Además,  para Lamo Espinosa, en la dinámica de la acción también se producen consecuencias no intencionadas, ya que, si bien el autor puede suspender su análisis de la acción  en un   punto x,  la acción “continúa generando infinitas consecuencias”.
       Otro aspecto igualmente digno de examen es el planteamiento que hace el autor en el sentido de que  se podría incluso hablar de  un “inconsciente colectivo”,  que favorece un “ocultamiento de acciones”, ya que es exterior a cada individuo. Si reflexionamos este punto, no es, pues, de extrañar que  el autor matice su idea de transparencia.
    Más adelante podremos abordar este punto con  un poco más de detalle, cuando intentemos una lectura en clave foucultiana. 

III- LA REFLEXIVIDAD Y EL CORPUS DE LA COMUNIDAD CIENTÍFICA:
 
        Lamo Espinosa se plantea la reflexividad como  una tarea de la ciencia social (que para nuestros efectos, también adquiere un particular valor en el examen filosófico), que constantemente   “destruye” presupuestos, que vienen articulados con referencia al “inconsciente colectivo”. Aquí lo realmente relevante es la manera en que Lamo Espinosa nos presenta la reflexividad no como algo dado fundamentalmente por la razón, sino como un pro-yecto a la luz  elementos más pulsionales [9].  Todo esto puede comprenderse mejor si tenemos claro que, para el autor, se da un acto de desencantamiento de la razón. Idea que nos queda más translúcida en el momento que  la sociología (y la filosofía, diríamos nosotros) es concebida como una  actividad destructora del mundo,  debido a que, desde el momento que pretendemos describir  nuestro objeto, en ese mismo instante empezamos a “destruirlo”.
        Y, contra el ideal positivista de la ingeniería social,  ese señalado acto destructor es el que expresa un tipo de intervención  que no es neutral, ya que, en el  acto analítico, se privilegian o disminuyen enfoques, ejes temáticos, métodos, etc.  que , de alguna manera re-crean el mundo destruyéndolo ( !).
       En el marco de estas reflexiones, se plantea una dialéctica muy interesante, ya  que, en el sistema de relaciones,  interactúan, aunque en planos distintos, el inconsciente individual  y  el inconsciente colectivo, en donde, según nuestro autor, al psicoanálisis le interesarán los motivos inconscientes de las acciones; en tanto que a la sociología le  movilizarán las consecuencias inconscientes de las acciones. Ahora bien, independientemente de la diversidad de perspectiva, ambas consideraciones confluyen en un ideal de  explicitación de lo inconsciente como su objetivo.
     En   esta propuesta de “explicitación” comprensiva  subyace  una finalidad  histórica de emancipación colectiva,  “puesto que el conocimiento de la necesidad es el primer paso en el camino de su superación.” [10].
   Con todo, no hay que perder jamás de vista la noción restringida de “transparencia” que desarrolla Lamo Espinosa, puesto que:

                    “El Yo de la acción es siempre, inevitablemente, algo
                  desconocido. Todo lo que podemos hacer es generar Yos
                  cada vez más profundos, de modo que el Yo del momento
                  1 pasa a ser el mi del momento 2 y así sucesivamente.
                 Pero  siempre habrá un yo, sujeto de la autorreflexión,
                  opaco para sí mismo” [11].



     Es decir, desde este programa analítico, ineludiblemente, siempre  habrá algo opaco en la autotransparencia.
        No obstante las reservas  señaladas, eso en nada desdice  del proyecto fundamental de una sociedad reflexiva  como piedra de toque frente a los modelos positivistas, ya que el autor sostiene que la reflexividad debe ser la regla y no la excepción; aunque, no se conforma con una  mera comunidad científica aislada, sino que propugna por nuevos “metamodelos” en ciencia social. Siendo, precisamente, en este punto donde arremete nuevamente contra el modelo de ingeniería social y favorece un  modelo basado en los valores de la democracia, la comprensión y el diálogo.  Desde este enfoque, la sociología ( y la reflexión filosófica, agregamos nosotros),   se concibe como un diálogo constante con su objeto. En  este diálogo, la auto-reflexión y  la transparencia (en el sentido señalado), ocuparían un sitial de primer orden. Ya la reflexión dejaría de ser una herramienta de secretismo y de manipulación para convertirse en una “tecnología” de la autoemancipación.
  
  INRELUDIO

      A estas alturas  de la exposición, una pregunta que, muy probablemente, emerge es , ¿dónde está establecido el entronque entre la idea de reflexividad de Lamo Espinosa y  los planteamientos sobre la Microfísica del Poder de Michel Foucault? Esto, sobre todo, si tenemos en cuenta  las marcadas diferencias que muestran  los autores no sólo en materia de abordaje temático, sino, incluso, en lo relativo a  sus presupuestos teórico-metodológicos.  En lo que a este punto se refiere, un análisis comparativo entre ambos autores ameritaría otro trabajo mucho más exhaustivo. Sin embargo, lo que realmente aquí nos interesa no es tanto ese  particular, sino que, más bien, en un proceso constructivo-de-constructivo, hemos procurado establecer una lectura zigzageante y cruzada  que nos permita encontrar temáticas  en comunes en ambos autores, a la par que destaque recursos retórico-conceptuales que nos permitan construir, desde nuestra óptica, un híbrido que nos sirva de modelo interpretativo  de nuestras prácticas sociales.

     Antes de continuar nuestra empresa, es importante dejar sentado lo que no es  este ejercicio reflexivo: Por un lado, no es una mera disquisición purista de los constructos elaborados por Foucault o Lamo Espinosa; tampoco pretende ser una mera  paráfrasis de los  textos de los autores  previamente mencionados.
      Sin lugar a dudas, es muy probable, que en algún momento, tengamos que explorar el sentido de cierto  concepto utilizado por   los autores o  que se haga preciso aclarar alguna de sus   ideas  que aún puede quedar imprecisa; pero la motivación central de este esfuerzo es la re-construcción: una re-construcción en la cual Foucault y Lamo Espinosa otorgan  insumos de reflexión y de metareflexión. 


IV. CUERPO-REFLEXIVIDAD-CONCIENCIA:

    De salida, nos encontramos con que una de las principales paradojas que  sugiere este trabajo es introducir la idea de reflexividad en Foucault, cuando  bien sabemos que este autor ( a contrario sensu de Lamo Espinosa, que busca subrayar el valor de la conciencia);  lo que pretende es reivindicar la materialidad del cuerpo. Explícitamente, planteará en la entrevista sexta  de Poder- Cuerpo:

                   “Me pregunto, en efecto, si antes de plantear la cuestión de  
                la  ideología, no sería más materialista estudiando la cuestión del 
cuerpo  y los efectos del poder sobre él” [12]

       Como bien podemos percatarnos, más explícito no puede ser Foucault en su recelo a las ideologías y los asuntos de conciencia. Sin embargo, esta aparente contradicción con la idea de reflexividad no es tal si tenemos en cuenta que el propósito central de Foucault no es descartar la conciencia, sino resaltar cómo ese proceso de conciencia del individuo   “es el producto de  una relación de poder que se ejerce sobre los cuerpos, las multiplicidades, los movimientos, los deseos, las fuerzas. [13]  Es decir, la  conciencia  de la dominación del cuerpo  no es más que un efecto de la “ocupación” del cuerpo por el poder.
      Sumado a la reflexión anterior, cabe destacar como otro punto de afinidad reflexiva entre estos autores  el énfasis que se hace en lo no–racional, lo pulsional.  Pese a su abrevar en fuentes empiristas anglosajonas, en varias ocasiones, Lamo Espinosa enfatiza la importancia del inconsciente  y de las pulsiones humanas, como constantemente lo hará Foucault, enfatizando lo corporal.

IV. LA VISIÓN ANTITOTALIZANTE  DEL SABER: 

      Ya tuvimos oportunidad de percatarnos del tono peyorativo con el cual se expresa Lamo al hacer referencia a esos programas de ciencia academizante, monoplizadora y con control de todos los resquicios de la sociedad, que no  deja lugar  para la reflexividad inmediata: “Ciencia Universal Natural”, “Redención Absoluta”, etc.  Cuando leemos a Foucault, también notamos que en su discurso alienta ese mismo espíritu de iconoclastia: “ardorosa masonería de la erudición inútil”, “cientismo banal”. [14].
      En lugar de un saber centralizado y totalizante, favorece el “carácter local de la crítica”[15] Un saber que subvierta el orden y permita la emergencia de los saberes sometidos, saberes considerados jerárquicamente inferiores por la ciencia tradicional,  saberes  “soterrados de la erudición”   , descalificados.
En este punto, si bien es cierto que Foucault elabora una narrativa más estetizante y  “destructora”, no cabe duda de que ambos autores coinciden en que la reflexividad (entendida aquí como autoconciencia) no viene favorecida por una ciencia desvinculada de los grandes escenarios sociales, situada en una torre de marfil: precisamente, la ampliación y superación de este modo de hacer ciencia es el que favorecerá una mejor asimilación de “nuestros gestos cotidianos”[16], usando una expresión foucultiana:

               “En realidad se trata de hacer entrar en juego los saberes
              locales, discontinuos, descalificados, no legitimados, contra
             la instancia teórica unitaria  que pretende filtrarlos, jerar-
             quizarlos, ordenarlos en nombre del conocimiento verda-
             dero  y de los derechos de una ciencia que está detentada
            por unos pocos [17]
           Sin necesidad de estar pertrechado de una capacidad analítica muy penetrante, nos damos cuenta  de cómo converge de forma tan  perfecta el ideario antipositivista, antidogmático y antielitista  de Foucualt con el de Lamo Espinosa, sobre todo cuando recordamos  las fuertes críticas que este último hizo al Mito de la Transparencia, al modelo de Ciencia Universal y a la ingeniería social como paradigmas.   La iconoclastia de Foucault llega a tal punto que  propugna por una “insurrección” de los saberes contra la institucionalización y los efectos del  saber y poder del discurso científico[18]

V. MAPAS COGNITIVOS,ESTRATEGIA Y COTIDIANIDAD:  

     A nivel de reflexión global, Lamo Espinosa nos  presenta una propuesta democractizadora de la ciencia muy sugestiva. Sin embargo, en el terreno de la articulación de tal propuesta en escenarios concretos, cotidianos, Foucault pareciera ser un complemento necesario. Notamos que Foucault se preocupa por   ampliar  un poco más sus consideraciones en materia de implementación.
     El programa foucultiano, pese a su marcado afán antisistémico, se esfuerza denodadamente por trascender el ámbito meramente académico y se esfuerza por establecer conexiones de alcance político. Para Lamo Espinosa era importante cuestionar el enfoque positivista y elitista de la ciencia y exigir la participación del grueso de la sociedad, mediante la reflexividad de sus prácticas. En tanto, Foucault se interesa por proponer estrategias más concretas de intervención,  fuerte énfasis en lo político. Incluso llega  plantear una “insurrección de los saberes contra la institucionalización  y los efectos de saber y poder del discurso científico.”[19]

      La cotidianidad, en su interconexión saberes-prácticas políticas  nos es presentada por Foucault con una potencialidad realmente significativa al inscribirla en el marco de los mecanismos  y dispositivos que funcionan a diversos niveles de la sociedad, con extensiones muy diversas.  ¿Cuáles son sus efectos en nuestros cuerpos, que, a su vez, intervienen mediante lenguaje e  instituciones?  [20] Y es que, para Foucault, la sociedad está “atravesada” por múltiples relaciones de poder en donde la economías de los discursos de verdad  juegan un papel de primer orden en materia de “construcción” y representación de nuestros cuerpos sociales.[21]
Cabe destacar que, si bien es cierto este curso de  Foucault se relaciona  al Derecho,  las consecuencias que extrae de su reflexión sobrepasan con creces  el ámbito puramente jurídico, sobre todo cuando se plantea una hoja de ruta marcadamente decontruccionista, particularmente  en el momento que sostiene  que :
               
          “Se trata, por el contrario, de coger al poder en sus
           extremidades, en sus confines últimos, allí  donde se
           vuelve capilar, de asirlo en sus formas e instituciones
           más regionales, más locales, sobre todo allí donde,
           saltando por encima de las reglas del derecho que lo
           organizan y lo delimitan, se extiende más allá de ellas,
           se inviste en instituciones, adopta la forma de técnicas
           y proporciona instrumentos de intervención material,
           eventualmente incluso violentos”[22]

 
     Hemos hecho esta cita, pese a su extensión, sobre todo, por  la virtud que tiene de recoger una de las ideas más ricas y sugestivas del planteamiento foucultiano: la idea de que la dialéctica del poder sobrepasa los escenarios institucionales típicamente asociados con los  espacios gubernativos. Tesis esta, por cierto, muy poco asimilada todavía por ese cuerpo social amplio,  sometido a modelos de “verdad” constituidos a partir de las ópticas politiqueras  enquistadas en los  instituciones  económicas, culturales y políticas de dominación.

     Otro detalle particularmente llamativo de la cita anterior son las metáforas tecnicistas de las que se vale Foucault y, desde mi punto de vista, este es otro aspecto clave para ampliar nuestras perspectivas de las dinámicas sociales de dominación contemporáneas. De hecho, podemos percatarnos de  cómo, producto de la fuerte influencia “tecnicista” del marketing político en nuestra vida nacional, la mayor parte de los mecanismos  de control y dominación social se plantean en términos de “técnicas” y “estrategias” (otra expresión frecuente en el discurso foucultiano): técnicas de marketing, técnicas de debates, técnicas de campañas políticas, técnicas de  reality show que penetren, precisamente, esa dimensión capilar de la que tanto nos habla Foucault.    En fin, aquí, la temática del poder se replantea a un nivel  mucho más amplio y prometedor: en lugar centrar la reflexión en un minúsculo sector dominante, la consecuencia básica que se extrae del pensamiento de Foucualt es que lo realmente valioso es poner sobre el tapete el asunto de cómo funcionan los procesos de sometimiento sobre la multiplicidad de los cuerpos.  Y, respecto a este  último punto, nótese que  el análisis foucultiano está lejos de caer en un “corporalismo” ingenuo. Lo que realmente se propone plantear Foucault es que aquella  inveterada dicotomía cuerpo-espíritu no tiene razón de ser y debilita, en muchas ocasiones,  el alcance explicativo de los fenómenos socioculturales. Y la razón es simple: cuando hacemos alusión a deseos, pensamientos, etc. se presupone, necesariamente, un cuerpo  a partir del cual se generan dichas operaciones; es más, es la corporalidad la que permitirá la emergencia de  tales operaciones.  Si bien es cierto, se puede elaborar todo un “aparato ideológico”, propagandístico, no menos real es el hecho de que  la difusión de todo su efecto presupone la materialidad y la corporalidad, a través de instrumentos y operadores materiales  de formación y acumulación del saber, mecanismos de circulación del saber, producciones ideológicas ( p.ej. la industria cultural, mass media, etc.), aparatos de poder . Todo esto le permite a Foucault hablar de una “mecánica del poder”, y de un “poder disciplinario”.

     Otro  elemento sumamente valioso del planteamiento foucultiano es su  noción de poder como red: el poder debe concebirse como algo que circula y  es dinámico y que, por lo tanto, no está adscrito  inmutablemente a cierto sector o grupo del tejido social.  Esta observación suena, a simple vista, un poco baladí; sin embargo, no tomar  la precaución de tenerla en cuenta  ha traído continuamente consecuencias realmente nefastas: en las narrativas políticas es muy común la referencia a las dinámicas de poderes como si los actores dominantes fueran elementos perennes y  no susceptibles de afectación por las reconfiguraciones societales. Habría que cuestionar  hasta qué punto hablar en nuestro país de sectores dominantes no es una fantasmagoría construida por un grupejo de charlatanes que ha elaborado técnicas de representación con tal grado de sofisticación que han impedido captar a la mayoría de la población la capilaridad de eso que llaman poder.

      En la entrevista titulada Poderes y  estrategias, Foucault ofrece una serie de aproximaciones muy puntuales de cómo concibe el poder y  quizás el señalamiento más interesante es el que sostiene que las relaciones de poder están  imbricadas en otros tipos de relaciones; es decir, que es coextensivo al cuerpo social. Puede presentarse en:

       o   Relaciones de producción
o   Relaciones de alianza
o   Relaciones de familia
              o   Relaciones de sexualidad, etc.

   No menos sugerente es sus concepción del poder en red como entrecruzamiento de un conjunto de fenómenos  multiformes articulado  mediante estrategias globales[23]

   En este punto, la idea de multiformidad y pluralidad  diluye el principio de las presiones esterilizantes de la dialéctica, petrificado en un economicismo anclado a la lucha de clases. Foucault llega así a sostener que:

                   “El papel de la teoría hoy me parece ser justamente este:
                  no  formular la sistematicidad global que hace encajar todo;
                 sino analizar la especificidad de los mecanismos de poder,
                 percibir las relaciones, las extensiones, edificar avanzando
                 gradualmente un saber estratégico[24]
       



VI. SENTIDO, VERDAD Y DISCURSO:

    Otro aspecto realmente importante en el pensamiento foucultiano es su sugerencia  de que la historia no tiene sentido.[25]
   
       Vista por sí sola, esta idea no pareciera tener nada de genial. Sin embargo, su genialidad se nos manifiesta en el preciso momento que Foucault la casa con la noción de verdad y discurso. Y es que para Foucault serán los discursos los que  provocarán los efectos de verdad. Serán, pues, las narrativas hegemónicas las que “construirán” nuestra identidad, nuestros objetivos y hasta nuestros gustos; serán ellas las que nos otorgarán la “verdad” (No estaría de más evaluar una comparación con los presupuestos del pragmatismo)

         El sentido de nuestra existencia y de nuestras prácticas cotidianas estará marcado por los discursos que constantemente zumban en nuestros oídos y que “cohabitan” con nuestras decisiones

CONCLUSIÓN U OBSERVACIONES FINALES

      -  La idea de reflexividad  ampliada  es un elemento fundamental para la  promoción del cambio social.
      -  Plantear la corporalidad no supone desechar  la reflexividad, sino más bien no desconocer la dimensión corporal  de la praxis humana.
      -  La reflexión foucultiana contribuye a concebir la reflexividad en términos de estrategia y cotidianidad.
     -  La idea inmediata de reflexividad de Lamo Espinosa y la noción de poder foucultiana coinciden por tener un espectro social amplio.




[1] La referencia sobre Foucault es  el texto Microfísica del poder
[2] Cfr. Lamo de Espinosa, Emilio (1990) -  La sociedad reflexiva, España, Siglo XXI, pp. 138, 142, 143

[3] Lamo de Espinosa, Emilio(1990)- La sociedad reflexiva, España, Siglo XXI, pp. 143
[4] Ibid. p. 163.
[5] Ibid. p. 171
[6] Ibid. p.17
[7] Cfr.  Lamo de Espinosa, Emilio (1990)- La sociedad reflexiva, España, Siglo XXI, p. 145.

[8] Cfr.  Lamo de Espinosa, Emilio(1990)-  La sociedad reflexiva, España, Siglo XX, . p. 169.

[9] Cfr.  Ibid. pp.178 , 179
[10] Cfr. Lamo de Espinosa, Emilio(1990)- La sociedad reflexiva, España, Siglo XXI, p. 177.
[11] Cfr.  Ibid. 173, 174

[12] “Poder y cuerpo”,  en    Foucault, Michel(1979)- Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, p.106.
[13]Preguntas a Michel Foucault sobre la geografía”, en  Foucault, Michel(1979) - Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, p.120.
[14] Cfr. “Curso del 7 de enero de 1976”, en   Foucault, Michel(1979)- Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, pp. 126, 130.
[15] Cfr. Ibid. 128, 129
[16] Cfr. “Curso del 7 de enero de 1976”, en   Foucault, Michel(1979)- Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, pp. 126, 127.
[17] Cfr.  Ibid. 130
[18] Cfr.  Ibid. 133
[19] Cfr. “Curso del 7 de enero de 1976”, en   Foucault, Michel(1979)- Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, p. 133
[20] Cfr. Ibid. 136.
[21] Cfr.  “Curso del 14 de enero de 1976”, en   Foucault, Michel(19799- Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, p. 140
[22] Curso del 14 de enero de 1976”, en   Foucault, Michel(1979)- Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, 1979. p. 142

[23] Cfr.  “Poderes y estrategias”, en   Foucault, Miche(1979)l- Microfísica del poder, España. Ediciones de la Piqueta, pp. 170, 171.

[24] Ibid. 173.

[25] Cfr. “Verdad y poder”, en   Foucault, Michel(1979)- Microfísica del poder ,  España. Ediciones de la Piqueta, p. 179.

     
  

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